Aún recuerdo mis primeras imparticiones de inglés con los niños de mis vecinos, apenas tenía 16 años. Desde entonces supe que la enseñanza del idioma ocuparía un lugar importante en mi vida. Con ello en mente a los 18 me mudé a Cork, un pueblecito de Irlanda, lo que me permitió mediante una enriquecedora experiencia, perfeccionar el idioma. A mi regreso no tuve duda en cursar Filología Inglesa en la UPV. Mientras tanto, para costearme la carrera, impartía clases en academias, colegios y empresas. Años más tarde, obtuve el Máster de Profesorado (CAP), que me ayudó a añadir un nuevo enfoque de la metodología empleada en la impartición de las clases. Sumado a esto, he de decir, que mi esencia ha estado encaminada siempre a una actitud positiva en relación a las clases. Quizás sea porque cuando estaba en primaria, una profesora de matemáticas solía entrar en clase gritando por el gran número de suspensos que había estado corrigiendo la noche anterior. Y lo cierto es que las matemáticas nunca fueron mi fuerte y no me cabe duda de que dicha profesora tenía amplios conocimientos de la materia y su nivel de competencia era bueno, pero aquella experiencia personal me ayudó a entender que la empatía, la paciencia, la motivación y un enfoque dinámico entre otros, ocuparían un pilar fundamental en la metodología de mis clases. A día de hoy, han pasado ya 15 años desde mis comienzos y sigo trabajando por dar lo mejor, pues nunca se deja de aprender. ¡Ahí reside la verdadera magia de la enseñanza!